¿Quieres participar en la Red Mundial de Oración del Papa?

Entra en “El Camino del Corazón”. Es el itinerario de formación de la Red Mundial de Oración del Papa – Apostolado de la Oración. Es un itinerario que invita nuestro corazón a estar más cerca del Corazón de Jesús, para configurarlo con sus sentimientos, deseos y anhelos. Nos invita a unirnos a la misión que recibió del Padre. Ser amigos de Jesús, profundamente unidos a Él, percibiendo sus alegrías y sufrimientos por el mundo, nos conduce a comprometernos con El por los desafíos de la humanidad y de la misión de la Iglesia. Son estos desafíos que nos confía el Papa cada mes, y que nos dan a conocer por donde se concreta la misión del Padre confiada a Jesús. El « camino del corazón » nos ayuda pues a percibir los desafíos del mundo con los ojos de Jesús, para movilizarnos cada mes, dóciles al Espíritu Santo, por la oración y el servicio. Es así que este itinerario nos transforma cada día más como apóstoles de la oración, discípulos misioneros, para una misión de compasión por el mundo. Sitio web El Camino del Corazón

Descargar gratuitamente los libros del Camino del Corazón.


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1. En el principio, el Amor

“Con amor eterno te amé…” (Jeremías 31,3) La Palabra primera y permanente en nuestra vida de fe es el amor eterno del Padre. Es su esencia, “Dios es amor” (1Juan 4,8), no puede no amarnos. Su amor es incondicional e inconmovible. Es el principio y el fundamento de nuestro camino espiritual, pues nuestra vida comienza gracias a su amor, es sostenida por él y un día va a ser recibida en su amor. Reconocer ese amor nos lleva a corresponderlo.

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2. El corazón humano, inquieto y necesitado

“¡Dios mío, tú eres mi Dios! Con ansias te busco, pues tengo sed de ti; mi ser entero te desea, cual tierra árida, sedienta, sin agua.” (Salmo 63,1) Proponemos un itinerario de fe, de oración y de vida, adecuado para quien está en búsqueda interior, reconoce su necesidad espiritual y quiere recibir a Jesucristo en su corazón. Es el camino de los humildes, donde la propia debilidad y vulnerabilidad no son un impedimento sino más bien el mejor capital para el encuentro con un Dios que se inclina hacia el pobre.

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3. El mundo descorazonado

“Mi pueblo ha cometido un doble pecado: me abandonaron a mí, fuente de agua viva, y se hicieron sus propias cisternas, pozos rotos que no conservan el agua.” (Jer 2,13) El mundo que habitamos está herido por dolorosas contradicciones que causan muerte y destrucción. La vida y el amor muchas veces son ahogados por la violencia y el egoísmo. Nos hemos apartado de los caminos del amor de Dios y de su proyecto para la humanidad.

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4. El Padre envía a su Hijo para salvar

“Yo voy a hacer algo nuevo, y ya está brotando, ¿no lo notan?” (Isaías 43,19) El Padre no nos ha abandonado en medio de este mundo descorazonado. Nos habló de su amor muchas veces y de muchas maneras por los profetas, y ahora en esta etapa final lo hizo por su Hijo hecho hombre, Jesús, el Cristo (cf. Hebreos 1,1). Junto a Él aprendemos a reconocer el Espíritu de Dios actuando en nuestro mundo, haciendo brotar algo nuevo, aun en medio de sufrimientos y dificultades.

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5. Nos llama sus amigos

“Yo te llamé por tu nombre, tú eres mío. Eres de gran precio a mis ojos, eres valioso y yo te amo.” (Isaías 43, 1 y 4) Jesucristo nos llama sus amigos y nos invita a una alianza de amor personal, íntima y afectiva con Él. La amistad con Él nos lleva a mirar el mundo con sus ojos, a sufrir con sus sufrimientos y alegrarnos con sus alegrías, a ofrecer nuestras personas para trabajar con Él a favor de nuestros hermanos y hermanas.

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6. Habitados por Cristo

“Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y ustedes están en mí y yo en ustedes” (Juan 14,20) En el exceso de su amor por nosotros, Dios desea habitar en nuestros corazones. Dios quiere establecer su morada en cada uno de nosotros. Es lo que deseamos y pedimos cada día, con corazón de pobre, sabiendo que alcanzarlo no será jamás fruto de nuestros esfuerzos. Creemos que esta identificación con Cristo nos es dada de modo privilegiado en la Eucaristía.

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7. Damos la vida junto a Él

“Esta viuda pobre ha dado más que todos los otros… pues ella en su pobreza ha dado todo lo que tenía para vivir.” (Marcos 12,43-44) Unir la vida a Cristo nos ha de llevar a dar la vida por los demás como Él lo hizo. Nos hace descubrir que, a pesar de nuestra pobreza y limitación, nuestra vida es útil a otros. Sabernos amados, elegidos y habitados por Él nos dignifica, nos llena de gratitud y nos hace capaces de responder a tanto bien recibido ofreciendo la propia vida en disponibilidad a su misión. Expresamos al Padre esta disponibilidad mediante una oración de ofrenda diaria.

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8. Una misión de compasión

“El Señor me ha enviado para vendar los corazones desgarrados.” (Isaías 61,1) Dios, el Padre de Jesús y Padre nuestro, quiere hacer presente su compasión en el mundo en y a través de nosotros sus discípulos. Somos invitados a hacer nuestra su mirada sobre la humanidad y a actuar con los sentimientos del Corazón de Jesús. Nos unimos espiritualmente a todos los que en diferentes culturas o tradiciones religiosas son dóciles a este Espíritu y se movilizan para aliviar el sufrimiento de los más débiles.

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9. Una red mundial de oración

“No se queden callados los que invocan al Señor, no lo dejen descansar… hasta que rompa la aurora de su justicia y su salvación llamee como una antorcha.” (Isaías 62,1.6-7) El Apostolado de la Oración es la Red Mundial de Oración del Papa al servicio de los desafíos de la humanidad y de la misión de la Iglesia que reconocemos en las intenciones mensuales propuestas por el Papa Francisco. Para participar a la Red Mundial de Oración del Papa.

Corazón de Jesús

“Mantengamos intacto el principio: el que se abre a si mismo hacia el exterior, debe no menos abrirse hacia el interior, esto es hacia Cristo. El que tiene que ir más lejos para socorrer necesidades humanas, dialogue más íntimamente con Cristo. El que tiene que llegar a ser contemplativo en acción procure encontrar en la intensificación de esta acción la urgencia para una más profunda contemplación” P. Pedro Arrupe sj, 1977.