Para que en las parroquias, sacerdotes y laicos, colaboren juntos en el servicio a la comunidad sin caer en la tentación del desaliento.

[…] La misión de los laicos en la Iglesia tiene, de hecho, una notable importancia, puesto que contribuyen a la vida de las parroquias y de las instituciones eclesiales, sea como colaboradores, sea como voluntarios. Es bueno reconocer y apoyar su compromiso, aun manteniendo la distinción clara entre el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio del servicio. Sobre este punto, os aliento a proseguir la formación de los bautizados respecto a las verdades de la fe y su significado para la vida litúrgica, parroquial, familiar y social, y a elegir con cuidado a los colaboradores. De este modo, permitiréis a los laicos insertarse verdaderamente en la Iglesia, ocupar el lugar que les corresponde y hacer fecunda la gracia bautismal recibida, para ir juntos al encuentro de la santidad y trabajar por el bien de todos.

Además, la misión recibida del Señor nos invita a salir al encuentro de aquellos con quienes nos ponemos en contacto, aunque por su cultura, su confesión religiosa o su fe se distingan de nosotros. Si creemos en la acción libre y generosa del Espíritu, podemos comprendernos bien unos a otros y colaborar para servir mejor a la sociedad y contribuir de modo decidido a la paz. El ecumenismo no sólo es una contribución a la unidad de la Iglesia, sino también a la unidad de la familia humana (cf. Evangelii gaudium, 245). Favorece una convivencia fecunda, pacífica y fraterna. Pero en la oración y en el anuncio común del Señor Jesús debemos prestar atención a que los fieles de todas las confesiones cristianas vivan su fe de manera inequívoca y libre de confusión, y sin retocar suprimiendo las diferencias en detrimento de la verdad. Por ejemplo, cuando escondemos nuestra fe eucarística con el pretexto de ir al encuentro, no tomamos suficientemente en serio ni nuestro patrimonio ni el de nuestro interlocutor. Del mismo modo, la enseñanza de la religión en las escuelas debe tener en cuenta la particularidad de cada confesión.

Os animo a expresaros juntos de manera clara sobre los problemas de la sociedad, en un tiempo en el que diversas personas —incluso dentro de la Iglesia— se sienten tentadas de prescindir del realismo de la dimensión social del Evangelio (cf. Evangelii gaudium, 88). El Evangelio posee una fuerza originaria propia para hacer propuestas. Nos corresponde a nosotros presentarlo en toda su amplitud, hacerlo accesible sin ofuscar su belleza ni disminuir su fascinación, para que llegue a las personas que deben afrontar las dificultades de la vida diaria, que buscan el sentido de su vida o se han alejado de la Iglesia. Desilusionadas o abandonadas a sí mismas, se dejan tentar por modos de pensar que niegan conscientemente la dimensión trascendente del hombre, de la vida y de las relaciones humanas, especialmente ante el sufrimiento y la muerte. El testimonio de los cristianos y de las comunidades parroquiales puede iluminar de verdad su camino y apoyar su búsqueda de la felicidad. […]

DISCURSO A LOS OBISPOS DE ZUIZA EN VISITA “AD LIMINA APOSTOLORUM”
PADRE FRANCISCO
1 de diciembre de 2014

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COMENTARIO

No a la acedia egoísta

28. La parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque tiene una gran plasticidad, puede tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad. Aunque ciertamente no es la única institución evangelizadora, si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo «la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas»[26]. Esto supone que realmente esté en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos. La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración[27]. A través de todas sus actividades, la parroquia alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de evangelización[28]. Es comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero. Pero tenemos que reconocer que el llamado a la revisión y renovación de las parroquias todavía no ha dado suficientes frutos en orden a que estén todavía más cerca de la gente, que sean ámbitos de viva comunión y participación, y se orienten completamente a la misión.

81. Cuando más necesitamos un dinamismo misionero que lleve sal y luz al mundo, muchos laicos sienten el temor de que alguien les invite a realizar alguna tarea apostólica, y tratan de escapar de cualquier compromiso que les pueda quitar su tiempo libre. Hoy se ha vuelto muy difícil, por ejemplo, conseguir catequistas capacitados para las parroquias y que perseveren en la tarea durante varios años. Pero algo semejante sucede con los sacerdotes, que cuidan con obsesión su tiempo personal. Esto frecuentemente se debe a que las personas necesitan imperiosamente preservar sus espacios de autonomía, como si una tarea evangelizadora fuera un veneno peligroso y no una alegre respuesta al amor de Dios que nos convoca a la misión y nos vuelve plenos y fecundos. Algunos se resisten a probar hasta el fondo el gusto de la misión y quedan sumidos en una acedia paralizante.

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
EVANGELII GAUDIUM
FRANCISCO
24 de noviembre de 2013

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