

Que los cristianos discriminados o perseguidos a causa de su fe, se mantengan firmes en las pruebas guardando la fidelidad al Evangelio, gracias a la oración incesante de toda la Iglesia.
Hoy los cristianos mártires y perseguidos son más que en los primeros tiempos de la Iglesia. Tanto que en algunos países está prohibido incluso rezar juntos. Sobre esta dramática realidad el Papa Francisco basó su meditación el viernes 4 de abril.
El pasaje del libro de la Sabiduría (2, 1.12-22), proclamado en la liturgia, revela «cómo es el corazón de los impíos, de las personas que se han alejado de Dios y se han adueñado en este caso de la religión». Y cómo es su «actitud respecto a los profetas», incluso hasta la persecución. Son personas, dijo el Pontífice, que saben bien lo que tienen que hacer con un justo. Tanto que la Escritura refiere así su pensamiento: «Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso: se opone a nuestro modo de actuar». No pueden aceptar que haya un hombre justo que, afirma el Antiguo Testamento, «se opone a nuestro modo de actuar, nos reprocha las faltas contra la ley y nos echa en cara las transgresiones contra la educación recibida». Palabras que trazan el perfil de los profetas, perserguidos «en toda la historia de la salvación». Jesús mismo, recordó el Pontífice, «lo dijo a los fariseos», y es explícito, «vuestros padres —dice— han matado a los profetas, pero vosotros para quitaros la culpa, para limpiaros, habéis edificado un hermoso sepulcro a los profetas».
También Jesús fue perseguido. Querían matarlo, como revela el Evangelio de la liturgia (Jn 7, 1-2.10.25-30). Él ciertamente «sabía cuál sería su fin». Las persecuciones comienzan enseguida, cuando «al inicio de su predicación regresa a su país, va a la sinagoga y predica». Entonces, «inmediatamente después de una gran admiración, comienzan» las murmuraciones, como refiere el Evangelio.
En una palabra, es la misma actitud de siempre: «desacreditan al Señor, desacreditan al profeta para quitarle autoridad». Y «el profeta lucha contra las personas que enjaulan al Espíritu Santo». Precisamente por esto «siempre es perseguido».
En la Iglesia, en efecto, están los «perseguidos desde fuera y los perseguidos desde dentro». Los santos mismos «han sido perseguidos». En efecto, notó el obispo de Roma, «cuando leemos la vida de los santos» nos encontramos ante muchas «incomprensiones y persecuciones». Porque, siendo profetas, decían cosas que resultaban «demasiado duras». De esta manera «también muchos pensadores en la Iglesia fueron perseguidos». Y al respecto el Papa afirmó: «Pienso en uno ahora, en este momento, no muy lejano de nosotros: un hombre de buena voluntad, un profeta de verdad, que con sus libros reprochaba a la Iglesia de alejarse del camino del Señor. Enseguida fue llamado, sus libros fueron colocados en el índice, le quitaron la cátedra y este hombre terminó así su vida, no hace mucho tiempo. Ha pasado el tiempo y hoy es beato». ¿Pero cómo —se podría objetar— «ayer fue un herético y hoy es beato?». Sí, «ayer los que tenían el poder querían silenciarlo porque no agradaba lo que decía. Hoy la Iglesia, que gracias a Dios sabe arrepentirse, dice: no, este hombre es bueno. Aún más, está en el camino de la santidad».
De este modo, la historia nos testimonia que «todas las personas que el Espíritu Santo elige para decir la verdad al pueblo de Dios sufren persecuciones». Y aquí el Pontífice recordó «la última bienaventuranza de Jesús: bienaventurados vosotros cuando os persigan por mi nombre». He aquí que «Jesús es precisamente el modelo, el icono: ha sufrido mucho el Señor, ha sido perseguido»; y al actuar así «ha asumido todas las persecuciones de su pueblo».
Pero «aún hoy los cristianos son perseguidos», advirtió el Papa. Y son perseguidos «porque a esta sociedad mundana, a esta sociedad tranquila que no quiere problemas, dicen la verdad y anuncian a Jesucristo». De verdad «hoy hay mucha persecución».
Incluso hoy en algunas partes «existe la pena de muerte, existe la prisión por tener el Evangelio en casa, por enseñar el catecismo», destacó el Papa, confiando luego: «Me decía un católico de estos países que ellos no pueden rezar juntos: ¡está prohibido! Sólo se puede rezar a solas y en secreto». Si quieren celebrar la Eucaristía organizan «una fiesta de cumpleaños, aparentan celebrar el cumpleaños y allí tienen la Eucaristía antes de la fiesta». Y si, como «ha sucedido, ven llegar a la policía, enseguida ocultan todo, continúan la fiesta» entre «alegría y felicidad»; luego, cuando los agentes «se van, terminan la Eucaristía».
En efecto, reafirmó el Pontífice, «esta historia de persecución, de incomprensión», continúa «desde el tiempo de los profetas hasta hoy». Este, por lo demás, es también «el camino del Señor, el camino de quienes siguen al Señor». Un camino que «termina siempre como para el Señor, con una resurrección, pero pasando por la cruz». Así, pues, el Papa recomendó «no tener miedo a las persecuciones, a las incomprensiones», incluso si por causa de ellas «siempre se pierden muchas cosas».
Para los cristianos «siempre habrá persecuciones, incomprensiones». Pero hay que afrontarlas con la certeza de que «Jesús es el Señor y éste es el desafío y la cruz de nuestra fe». Así, recomendó el Santo Padre, «cuando esto suceda en nuestras comunidades o en nuestro corazón, miremos al Señor y pensemos» en el pasaje del libro de la Sabiduría que habla de las acechanzas que los impíos ponen a los justos. Y concluyó pidiendo al Señor «la gracia de seguir por su camino y, si sucede, también con la cruz de la persecución»
MISAS MATUTINAS
PAPA FRANCISCO
4 de abril de 2014
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COMENTARIO
Martirio de guante blanco
Hoy es todavía tiempo de mártires: los cristianos son perseguidos en Oriente Medio donde son asesinados o se ven obligados a huir, también «de modo elegante, con los guantes blancos». En el día que la Iglesia hace memoria de los mártires de los primeros siglos, el Papa Francisco invitó a rezar «por nuestros hermanos que hoy viven en persecución». Porque, afirmó, hoy «no hay menos mártires» que en tiempos de Nerón. Precisamente al martirio, a su actualidad y a lo que lo caracteriza, el Pontífice dedicó la celebración eucarística del lunes 30 de junio.
«En la oración de inicio de la misa —dijo el Papa— hemos invocado al Señor de este modo: “Señor, que has fecundado con la sangre de los mártires los primeros brotes de la Iglesia de Roma”». Es una invocación apropiada, explicó, para la conmemoración de los «primeros mártires de esta Iglesia». Sobre todo, añadió, «sus huesos están cerca, aquí, no sólo en el cementerio, a pocos metros bajo tierra había muchos» y «quizá algunos aquí debajo».
Es particularmente significativo, señaló el Papa, que «el verbo que usamos para invocar al Señor es fecundar: “Tú has fecundado los brotes”». Por lo tanto «se habla de crecimiento y de una planta: esto nos hace pensar en las numerosas ocasiones que Jesús dijo que el Reino de los cielos era como una semilla». También «el apóstol Pedro, en su carta, nos dice que “hemos sido regenerados a partir de una semilla incorruptible”». Y ésta «es la semilla de la Palabra de Dios. Esto es lo que se siembra: la semilla es la Palabra de Dios, dice el Señor. Se siembra».
En una palabra, Jesús explica precisamente que «el Reino de los cielos es como un hombre que arrojó la semilla en la tierra, luego va a su casa, descansa, trabaja, vela, de día y de noche, y la semilla crece, germina, sin que él sepa cómo».
La cuestión central, afirmó el Papa, es preguntarse, «cómo se hace para que esta semilla de la Palabra de Dios crezca y se convierta en el Reino de Dios, crezca y llegue a ser Iglesia». El obispo de Roma indicó «las dos fuentes» que llevan a cabo esta obra: «el Espíritu Santo —la fuerza del Espíritu Santo— y el testimonio del cristiano».
Sobre todo, explicó el Papa, «sabemos que no hay crecimiento sin el Espíritu: es Él quien hace a la Iglesia, es Él quien hace crecer a la Iglesia, es Él quien convoca a la comunidad de la Iglesia». Pero, prosiguió, «es necesario también el testimonio del cristiano». Y «cuando el testimonio llega a su fin, cuando las circunstancias históricas nos piden un testimonio fuerte, allí están los mártires: los más grandes testigos». Y he aquí, pues, que «la Iglesia se riega con la sangre de los mártires». Precisamente «ésta es la belleza del martirio: comienza con el testimonio, día tras día, y puede acabar con la sangre, como Jesús, el primer mártir, el primer testigo, el testigo fiel.
Pero para ser verdadero, el testimonio «debe ser sin condiciones», afirmó el Pontífice. El Evangelio propuesto por la liturgia del día (Mateo 8, 18-22) es claro al respecto. «Hemos escuchado lo que dice el Señor» al discípulo, que para seguirle pide una condición: «Señor déjame primero ir a enterrar a mi padre». Pero «el Señor lo detiene: ¡No!». En efecto, precisó el Papa, «el testimonio es sin condiciones, debe ser firme, debe ser decidido, debe tener el lenguaje, tan fuerte, de Jesús: ¡sí sí, no no!». Es exactamente «este el lenguaje del testimonio».
Mirando a la historia de «esta Iglesia de Roma que crece, guiada por la sangre de los mártires», el Papa invitó a pensar «en los numerosos mártires de hoy que dan su vida por la fe: cristianos perseguidos». Porque, afirmó, «si en aquella persecución de Nerón hubo muchos, hoy no hay menos mártires, cristianos perseguidos». Los hechos son conocidos. «Pensemos en Oriente Medio», dijo, «en los cristianos que deben huir de la persecución» y «en los cristianos asesinados por los perseguidores». Y «también en los cristianos expulsados de un modo elegante, con guante blanco: también esa es una persecución».
En nuestros días, repitió el Papa, «hay más testimonios, más mártires en la Iglesia que en los primeros siglos». Y «haciendo memoria en la misa de nuestros gloriosos antepasados aquí en Roma», invitó a pensar y a rezar también por «nuestros hermanos que viven perseguidos, que sufren y que con su sangre hacen crecer la semilla de muchas Iglesias pequeñitas que nacen». Sí, concluyó, «recemos por ellos y también por nosotros.
MISAS MATUTINAS
PAPA FRANCISCO
30 de junio de 2014
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