El Santo Padre confía cada mes al Apostolado de la Oración dos intenciones de oración que expresan sus grandes preocupaciones por la humanidad y por la Iglesia. Además de comprometerse a orar por ellas, el AO se hace responsable de difundirlas por el mundo y hacer que más personas acompañen al Papa en su oración. Orar junto a él es nuestro primer símbolo o expresión del compromiso del AO a favor de la misión de la Iglesia universal.

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Universal: Oportunidades para los jóvenes.
Para que crezcan las oportunidades de formación y de trabajo para todos los jóvenes.

COMENTARIO

Un mundo nos ha sido regalado, construir un ser humano consciente, responsablemente es tarea de todos y para todos. El papa nos invita a que hagamos crecer las oportunidades de formación y de trabajo para todos los jóvenes. La angustia latente en millones de jóvenes de todo el mundo fruto de la desesperanza que enfrentan ante las pocas posibilidades que les depara el futuro, mata la alegría y el deseo de mirar con ojos esperanza. Esperar no debe de ser condición de posibilidad, esperar debe ser Principio y Fundamento de educación para las generaciones que forman el presente, para un futuro cierto. Enseñar a vivir, más allá de competir y tirar de sí el derecho que corresponde a cada ser humano, debe ser el centro del aprendizaje de los más pequeños que buscan abrirse paso a la vida. Cuidar este Principio tiene que ser un hecho que vaya más allá de lo jurídico presto a violaciones. Debe ser deseo permanente que nos impulse a cambiar los lamentos en alegrías. Esperar es tarea humana. Es aliento que nos levanta y nos lanza a la vida. Esta responsabilidad no puede ser ilusión o promesa política. Tiene que ser pacto de alianza. Debe de ser respeto que tiene que manifestarse como don de servicio, sobre todo, desde los hombres y mujeres que sirven como pilares de liderazgo para todos. Somos invitados a reparar, ahora, la esperanza depositada de quienes donaron su vida y al final de sus días fueron tratados como desechos. Justicia y derecho claman resarcir el derecho que quienes lucharon por los hijos del presente.

Es fundamental que caigamos en la cuenta de que todos experimentamos la ilusión de la juventud. Unos la pasaron en cuna ya establecida. Otros tuvieron que migrar en búsqueda de mejor vida para poder seguir esperando y mantener viva la llama en quienes dejaron atrás. Hoy, también, la humanidad sigue caminado. Jóvenes nuevos emprenden la búsqueda.

Ofrecerles un lugar acogedor donde puedan educarse y trabajar es tarea de quien ya realizo la aventura de crecer. Estamos invitados a construir un mundo de oportunidades para todos. Acumular como el rico Epulón ya nos adelanta que la vida es pasajera y que auguramos más que lo cada uno necesita. Debemos construir un mundo diferente. Donde el dinero y las cosas no nos posean, sino que seamos libres ante ellas para compartirlas con los demás. La “conciencia” egoísta e idolátrica del dinero o cosas que sustituyen el principio ético-moral y el derecho a que todos puedan vivir. En términos de progreso presenciamos las épocas de mayor avance en todo la historia de la humanidad. Pero, ¿podemos decir lo mismo en términos de construcción humana? Imposible decir eso, cuando pocos roban las esperanzas de las futuras generaciones custodiando el dios llamado dinero en bóvedas “babélicas”. Más que nunca la vida tiene que estar prendida de algo mayor que nuestras posibilidades humanas. Dios sigue mostrándose y la verdad podemos verla cada vez más claro. Hagamos de esa verdad algo más que condición de posibilidad. El Papa nos invita a encender la llama de la esperanza. “La esperanza es como las brasas bajo las cenizas; ayudémonos con la solidaridad, soplando en las cenizas, para que el fuego salga otra vez”. La conciencia de entendernos humanos con un camino “realizado”, no nos coloca por encima de lo creado. Todo lo contrario, nos llama a ser partícipes y cuidar responsablemente de la construcción de un mundo de oportunidades y tareas para los jóvenes de hoy.

P. Jesús María Lora, sj
Antiguo Director MEJ República Dominicana

 

Por la Evangelización: Los catequistas.
Para que la vida toda de los catequistas sea un testimonio coherente de la fe que anuncian.

 

COMENTARIO

En esta intención oramos para que los agentes de la catequesis vivan de acuerdo con lo que enseñan. Pero, ¿qué es realmente la catequesis?

Acerquémonos a dos documentos eclesiales básicos sobre ella: el Directorio General para la Catequesis (1971) y la encíclica del santo papa Juan Pablo II Catechesi tradendae. En ellos leemos que la catequesis -una de las tareas eclesiales básicas- es todo ese conjunto de esfuerzos realizados por la Iglesia para poner en práctica la misión confiada por Cristo resucitado a los Apóstoles: “Haced discípulos a todos los pueblos, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (cf. Mt 28, 19).

La finalidad última de la catequesis es poner a cada uno de los catequizados en contacto, en comunión, en intimidad con Jesucristo. Se propone hacer madurar oportunamente la primera adhesión de cada cristiano al Señor, ocurrida, ya sea en su bautismo infantil o bien a partir de su conversión en edad adulta. Pretende ayudar a que la persona profundice en el conocimiento de ese Jesús en cuyas manos se ha puesto; de las exigencias y las promesas contenidas en su mensaje evangélico; de los senderos que Él ha trazado a quien quiera seguirle.

La catequesis no puede reducirse a una mera instrucción, sino que debe adquirir el carácter de formación integral. Por eso, para que la catequesis sea vital y eficaz, es fundamental preparar y formar catequistas dotados de una profunda fe, que luego se exprese en la vida toda. No es cuestión simplemente de “métodos” empleados. El alma de todo método es una sólida espiritualidad, un testimonio transparente de vida cristiana.

Con razón afirmamos que “nadie da lo que no tiene”, y que “se educa más con lo que uno es que con lo que uno dice”. Por lo tanto, el catequista, ha de esforzarse para que su formación cultural, su condición social y su estilo de vida no sean obstáculo al camino de la fe. Tiene que inspirarse en el modo de proceder de Jesús. La fuerza persuasiva de Jesús, verdaderamente única, se explica porque sus palabras iban siempre unidas a su vida. Toda ella fue una continua enseñanza. Solamente en íntima unión con Jesús encontrarán los catequistas luz y fuerza para una catequesis auténtica.

El crecimiento en la fe y la maduración en la vida cristiana es obra del Espíritu Santo. Por eso, el catequista debe tomar conciencia de que actúa como instrumento vivo y dócil suyo. Por otra parte, en el dinamismo catequético ejerce un papel particular la Virgen María. Por una vocación singular, ella vio a su hijo Jesús “crecer en sabiduría, estatura y gracia” (cf. Lc 2, 52). Él fue formado por su Madre en la adoración al Padre del cielo, en el conocimiento humano de las Escrituras y del plan de Dios sobre su pueblo. Esto fue así desde su regazo, y luego escuchándola a lo largo de la vida oculta en Nazaret. Además Ella fue la primera de los discípulos de su Hijo pues nadie fue enseñado por Dios tan profundamente. En verdad que María fue un catecismo viviente.

P. Javier García Ruiz de Medina, S.J.
Secretario Nacional AO España