En el video que se ha difundido el 6 de enero, a iniciativa del Apostolado de la Oración (Red Mundial de Oración del Papa), el Papa Francisco quiere compartir su intención para la oración universal, que será por el diálogo entre hombres y mujeres de diferentes religiones.

Comienza así: “La mayoría de los habitantes del planeta se declararon creyentes. Este es un hecho que debería alentar a las religiones a dialogar. Debemos orar constantemente por eso y trabajar con los que piensan de otra manera”. Estas primeras palabras nos recuerdan la famosa declaración Nostra Aetate del Concilio Vaticano II. La declaración decía que son muchos los que en las diversas religiones buscan respuestas a los enigmas de la condición humana, y exhortaba a la Iglesia católica a tener una actitud fraternal frente a todas las personas,  independientemente de sus creencias (Nostra Aetate, 1 y 5 ). De forma semejante, el Papa Francisco señala que la mayoría de los hombres dicen que son creyentes, y esto debe animar a las religiones a “dialogar”. E invita no sólo a orar por esta intención, sino a “trabajar con los que piensan de otra manera”; es que, como se ha destacado a menudo desde el Concilio Vaticano II, cabe, entre otros, un “diálogo de la acción”; es decir, que tiene lugar, especialmente a través de la cooperación entre creyentes que están dispuestos a trabajar juntos en bien de la humanidad.

Esta convicción no supone hacer caso omiso de las diferencias entre las religiones, “muchos, dice el Papa, piensan de diversas maneras, experimentan las cosas de forma diferente, y buscan o encontran a Dios por caminos distintos.” Y, de hecho, vemos en el video, creyentes de las diversas religiones que se expresan de forma diversa. Reconocer esta realidad, no es caer en el relativismo: es obvio que no quiere decir que, desde un punto de vista cristiano, todas las religiones sean iguales. Pero sí que se trata de aceptar y respetar las religiones en su diversidad. El Concilio Vaticano II lo había dicho ya con fuerza: la adhesión sincera y leal a la Iglesia católica no debe impedir que reconozcamos el derecho de todo ser humano a profesar y practicar su propia religión (siempre que eso se haga respetando a los demás), y este derecho a la libertad religiosa se basa en la dignidad misma de la persona humana (Dignitatis humanae, 2 y 4).

Sean las que sean las diferencias en las creencias y doctrinas religiosas, hay una serie de valores fundamentales a los que todos los creyentes han de adherirse, simplemente porque son valores esenciales para el bien de la humanidad, como la justicia, la paz , así como también la conservación de nuestra “casa común”. Más aún, dice el Papa que “todos tenemos una certeza común: todos somos hijos de Dios.” Es cierto que el Concilio Vaticano II, decía que los  miembros de la Iglesia “llegan a ser  hijos de Dios por la fe y el bautismo” (Sacrosanctum Concilium, 10), pero antes había hablado de los  “hijos de Dios dispersos” (ibid., 2 ) – dejando entender así que el término “hijo de Dios” podía entenderse en sentido más amplio, abarcando a todo ser humano, en tanto que es creado por Dios (aunque, a través de su unión con Cristo en la Iglesia , uno es llamado hijo de Dios “en toda verdad” – según la Lumen Gentium, 48). En todo caso, el Concilio recordaba que, todos los hombres han sido creados “a imagen de Dios”. Más aún, hacía hincapié en que la gracia de Dios obra en el corazón de “todos los hombres de buena voluntad”, y llegó a declarar que “el Espíritu Santo ofrece a todos, de una manera sólo conocida por Dios, la posibilidad de asociarse al misterio pascual “(Gaudium et Spes, 22). El Papa Francisco puede, pues. decir “todos somos hijos de Dios”, sin que  esto ponga en cuestión la singularidad de la experiencia de la filiación por la fe y el bautismo.

O, en otras palabras, ser hijo de Dios es “amar” y vivir del “amor” (ya que el amor es la esencia de la vida misma de Dios). Y en todas las religiones, hay hombres y mujeres que pueden decir (como se ve en el video): “Creo en el amor”. Se trata de una certeza compartida por los creyentes de todas las religiones. No se trata por tanto, repitámoslo, de relativizar las diferencias entre las religiones: El mismo Papa Francisco lo ha subrayado en su exhortación apostólica La Alegría del Evangelio, al denunciar un “sincretismo conciliador” y recordar que “la verdadera apertura implica mantenerse firmes en sus propias convicciones más profundas” (No. 251). Pero las divergencias no deben ser una excusa para no reconocer lo que los creyentes de las diversas religiones comparten o deberían compartir – su compromiso para con el bien de la humanidad y, sobre todo, su capacidad de amar. La misma exhortación apostólica dice que en todo caso el diálogo interreligioso debe caracterizarse por “una actitud de apertura en la verdad y el amor”, que es “una condición necesaria para la paz en el mundo” y que es, por tanto, “un deber tanto para los cristianos, como para las otras comunidades religiosas” (ibid., n ° 250).

Bajo esta luz, se comprende la intención para la oración que formula el Papa Francisco al final del video, “Que el diálogo sincero entre los hombres y mujeres de diversas religiones dé frutos de paz y justicia”. Esta oración es más necesaria que nunca. Tenemos que invocar al Espíritu para que, a pesar de los dramas y tragedias que sacuden nuestra humanidad, inspire a la gente de buena voluntad – sea cual sea su religión – que se reunan, que conversen juntas, que hagan causa común contra todas las formas de injusticia  o de violencia, y que trabajen por la justicia, por la paz y por la conservación de nuestra “casa común”.

Michel Fédou sj

9 de enero 2016

Michel Fédou, jesuita francés, es profesor de teología dogmática, ex presidente del Centre Sèvres, miembro del “Groupe des Dombes”, ex miembro del Consejo Episcopal Francés para las relaciones interreligiosas y los nuevos movimientos religiosos. Se ha especializado en Patrística, Cristología, Teología Trinitaria, Ecumenismo y Teología de las religiones.

http://thepopevideo.org/es

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