Frédéric Fornos sj
Director Internacional de la Red Mundial de Oración del Papa y del MEJ

Intención de oración del Papa Francisco universal:

Para que los responsables del pensamiento y de la gestión de la economía tengan el coraje de
refutar una economía de la exclusión y sepan abrir nuevos caminos.

En economía, pongamos al ser humano en el centro

Nuestra sociedad nos empuja a consumir, creando necesidades artificiales; nos adormece, nos distrae y, muchas veces, nos hace olvidar los desafíos enormes que vivimos frente a una “economía de la inequidad y de la exclusión” (EG Nº 53) que descarta a muchedumbres, dejándolas sin trabajo, sin horizontes y sin salida. Esta “cultura del bienestar nos anestesia” dice el Papa Francisco. Es como si nos acostumbrásemos a la inequidad, como si fuera normal que la riqueza se concentre en una minoría que tiene cada vez más, y que la desigualdad aumente, como si fuera una “consecuencia no deseada pero inevitable” del sistema económico, con el cual no se pudiera hacer nada. ¿Es normal, como indica el último informe de Oxfam que 42 personas tengan la misma riqueza que los 3700 millones de personas más pobres del mundo? (enero 2018). ¿Y que más de 200 millones de personas no tengan empleo?

“Hoy tenemos que decir NO a una economía de la exclusión y la inequidad. Esa economía mata” – decía ya Francisco en su exhortación apostólica, el “Evangelio de la Alegría”. “No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil.” (Evangelii Gaudium nº53) ¿Por qué nuestra economía genera tanta exclusión? Por “!la negación de la primacía del ser humano!” (EG 55)

El oro no se come

¿Qué sociedad queremos? Detrás de los números y los mercados hay personas. El dinero, el sector bancario, el sistema financiero son instrumentos para el bien común, y no se tendrían que adorar como si fueran sagrados. “Nadie puede servir a dos amos. Pues odiará a uno y amará al otro; será leal a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero” (Mateo 6, 24) dice Jesús. No es despreciar el dinero u olvidar su función en la sociedad, pero es ponerlo en su lugar. “El dinero tiene que servir, no gobernar”, dice Francisco.

El problema es que hemos hecho del dinero un ídolo. Es “la adoración del antiguo becerro de oro (Ex 32, 1-35)” en la época de Moisés, que “ha encontrado [hoy] una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano” (EG 55) nos recuerda el Papa. Pero el oro no se come. Es la amarga experiencia que Moisés impone a su pueblo, al bajar del Sinaí, y al derretir el becerro de oro que adoraban y hacérselo beber como polvo mezclado con agua. “Los activos financieros tampoco se comen”, y” los programas informáticos que materializan hoy gran parte de nuestra moneda, tampoco hablan (Salmo 115, 9)”, dice P. Gael Giraud SJ, economista.

“Debemos abandonar esta sideración idólatra en la que nos ha sumergido la esfera financiera desde una generación” (Conferencia de Cuaresma – Notre Dame de Paris). En su libro “La ilusión financiera” (Ed. Atelier), y otros escritos, denuncia la ilusión que nos hace creer que los mercados financieros traerán prosperidad duradera, y propone nuevos caminos a través de una “transición ecológica”. Muchos otros proponen nuevos modelos económicos, más solidarios, al servicio del ser humano y que respeten nuestra “casa común” (Laudato Si). También empresarios y actores sociales que abren nuevos caminos.

Este mes de abril puede ser un momento propicio para interesarse a todas estas iniciativas en nuestro país, región, ciudad, que proponen un estilo de vida más sobrio, al servicio del bien común, respetuoso de nuestro planeta, una “vuelta de la economía y las finanzas a una ética en favor del ser humano” (EG 58).

Como dice Francisco “una auténtica fe siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo (EG 183). Salgamos pues de nuestra cómoda indiferencia. Recemos por “los responsables del pensamiento y de la gestión de la economía, para que tengan el coraje de refutar una economía de la exclusión y sepan abrir nuevos caminos”.

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